
Actualización de la junta directiva de la declaración doctrinal de DTS
Introducción
Para asegurarse de que la declaración doctrinal del Seminario Teológico de Dallas sigue siendo fiel a su identidad por generaciones futuras, la junta directiva dedicó varios años a realizar una revisión de la declaración con el propósito de aclarar las posiciones teológicas del seminario. Ninguna de las convicciones de DTS ha cambiado. Sin embargo, la revisión ha ayudado a aumentar su claridad y precisión.
En mayo del 2022, la junta directiva aprobó de forma unánime la declaración doctrinal mejorada.
Proceso
Justificación
El compromiso de una institución cristiana con el Dios Trino y la fe cristiana requiere una fidelidad a sus convicciones ante culturas y circunstancias cambiantes.
Desde su fundación en el año 1924, DTS ha formado a líderes para que conozcan, proclamen y vivan acorde a la revelación de la Santa Escritura. La longevidad de este compromiso descansa en la base de la gracia de Dios con la declaración doctrinal como pilar. A la hora de considerar este rol clave para la identidad de DTS, es necesario que el seminario se asegure de que su declaración doctrinal sigue siendo clara para las generaciones futuras.
Historia
El seminario ha sido cauteloso a la hora de revisar su declaración doctrinal. Desde la fundación de DTS en 1924, se ha revisado la declaración doctrinal dos veces: en 1952 y en 1976. En ambas ocasiones surgió de la necesidad de mejorar la claridad de las creencias del seminario o para responder a un tema importante de la época. En el año 2018, después de cuatro décadas sin revisar la declaración, la junta directiva reconoció la necesidad de aclarar y actualizar la declaración doctrinal de nuevo. El cambio de significado de los términos y los cambios sociales en áreas teológicas fundamentales requieren una revisión de la declaración. El objetivo de DTS era reforzar la declaración con el objetivo de aclarar la intención original y aumentar la atención de temas característicos de la cultura presente, los cuales no podían imaginarse ni los arquitectos de la declaración ni sus revisores posteriores.
Enfoque
El objetivo de la junta directiva, subcomités selectos y asesores expertos fue aclarar la intención original de la declaración doctrinal, tratar temas cruciales de la cultura contemporánea y actualizar la terminología.
Se centraron en la precisión y claridad teológica de las siguientes categorías:
- Completitud doctrinal: aspectos doctrinales que requieren una importancia mayor.
- Sexualidad humana: el compromiso del seminario a la ética sexual de las Escrituras.
- Terminología teológica: uso ocasional de lenguaje ambiguo y uso de pronombres.
- Formato: consistencia en la gramática; sintaxis y forma siguiendo normativas actuales.
Versiones paralelas
Cada declaración doctrinal que desarrollamos a continuación muestra tres versiones diseñadas para que la declaración doctrinal sea transparente.
- La versión de 2022: la junta directiva aprobó de forma unánime esta versión en mayo del 2022. Es la declaración doctrinal actual del seminario.
- Actualización con letras en rojo: la versión muestra en color rojo y tachado los cambios realizados entre la versión de 1976 y 2022.
- La versión de 1976: esta es la declaración doctrinal que aprobó la junta directiva en 1976, la cual fue reemplazada legalmente por la versión actual (2022).
Artículo I: las Escrituras
Versión 2022
Creemos que “toda la Escritura ha sido dada por inspiración de Dios.” Por esto queremos decir que la Biblia completa fue escrita por santos hombres de Dios que fueron “movidos por el Espíritu Santo” a escribir sus mismas palabras. Creemos que esta inspiración divina se extiende igual y plenamente a todas y cada parte de la Escritura—libros históricos, poéticos, doctrinales y proféticos—tal y como aparecen en los manuscritos originales. Por tanto, creemos que la Biblia entera, en los manuscritos originales, es inerrante. Creemos que todas las Escrituras se centran en la persona del Señor Jesucristo y su obra, en su primera y segunda venida. Por tanto, ninguna porción de las Escrituras, incluso del Antiguo Testamento, se puede entender o leer correctamente si finalmente no nos guía a Jesucristo. De igual manera, creemos que todas las Escrituras fueron diseñadas para nuestra instrucción práctica. (Mc 12:26, 36; Lc 24:27, 44; Jn 5:39; 16:13; Hch 1:16; 17:2-3; 18:28; 26:22-23; 28:23; Rom 15:4; 1 Cor 2:13; 10:11; 2 Tim 3:16; 2 Pe 1:21)
Actualización con letras en rojo
Creemos que “toda la Escritura ha sido dada por inspiración de Dios.” Por esto queremos decir que la Biblia completa fue escrita por santos hombres de Dios que fueron “movidos por el Espíritu Santo” a escribir sus mismas palabras. Creemos que esta inspiración divina se extiende igual y plenamente a todas y cada parte de la Escritura—libros históricos, poéticos, doctrinales y proféticos—tal y como aparecen en los manuscritos originales. Por tanto, creemos que la Biblia entera, en los manuscritos originales, es inerrante. Creemos que todas las Escrituras se centran en la persona del Señor Jesucristo y su obra, en su primera y segunda venida. Por tanto, ninguna porción de las Escrituras, incluso del Antiguo Testamento, se puede entender o leer correctamente si finalmente no nos guía a Jesucristo. De igual manera, creemos que todas las Escrituras fueron diseñadas para nuestra instrucción práctica. (Mc 12:26, 36; 13:11; Lc 24:27, 44; Jn 5:39; 16:13; Hch 1:16; 17:2-3; 18:28; 26:22-23; 28:23; Rom 15:4; 1 Cor 2:13; 10:11; 2 Tim 3:16; 2 Pe 1:21).
Versión 1976
Creemos que “toda la Escritura ha sido dada por inspiración de Dios.” Por esto queremos decir que la Biblia completa fue escrita por santos hombres de Dios que fueron “movidos por el Espíritu Santo” a escribir sus mismas palabras. Creemos que esta inspiración divina se extiende igual y plenamente a todas y cada parte de la Escritura—libros históricos, poéticos, doctrinales y proféticos—tal y como aparecen en los manuscritos originales. Por tanto, creemos que la Biblia entera, en los manuscritos originales, es inerrante. Creemos que todas las Escrituras se centran en la persona del Señor Jesucristo y su obra, en su primera y segunda venida. Por tanto, ninguna porción de las Escrituras, incluso del Antiguo Testamento, se puede entender o leer correctamente si finalmente no nos guía a Jesucristo. De igual manera, creemos que todas las Escrituras fueron diseñadas para nuestra instrucción práctica. (Mc 12:26, 36; 13:11; Lc 24:27, 44; Jn 5:39; Hch 1:16; 17:2-3; 18:28; 26:22-23; 28:23; Rom 15:4; 1 Cor 2:13; 10:11; 2 Tim 3:16; 2 Pe 1:21).
Artículo II: la Deidad
Versión 2022
Creemos que Dios es el Creador todopoderoso y Sustentador de todas las cosas visibles e invisibles, que existe eternamente en tres Personas—Padre, Hijo y Espíritu Santo—Estos tres son Dios, pues tienen exactamente la misma naturaleza, los mismos atributos, las mismas perfecciones, y consecuentemente, son igualmente dignos de toda honra, confianza, y obediencia. (Mt 28:18-19; Mc 12:29; Jn 1:14; Hch 5:3-4; 2 Cor 13:14; Heb 1:1-3; Ap 1:4-6)
Actualización con letras en rojo
Creemos que Dios es el Creador todopoderoso y Sustentador de todas las cosas visibles e invisibles, que existe eternamente en tres pPersonas—Padre, Hijo y Espíritu Santo—Estos tres son Dios, pues tienen exactamente la misma naturaleza, los mismos atributos, las mismas perfecciones, y consecuentemente, son igualmente dignos de toda honra, confianza, y obediencia. (Mt 28:18-19; Mc 12:29; Jn 1:14; Hch 5:3-4; 2 Cor 13:14; Heb 1:1-3; Ap 1:4-6).
Versión 1976
Creemos que Dios existe eternamente en tres personas—Padre, Hijo y Espíritu Santo—Estos tres son Dios, pues tienen exactamente la misma naturaleza, los mismos atributos, las mismas perfecciones, y consecuentemente, son igualmente dignos de toda honra, confianza, y obediencia. (Mt 28:18-19; Mc 12:29; Jn 1:14; Hch 5:3-4; 2 Cor 13:14; Heb 1:1-3; Ap 1:4-6).
Artículo III: los ángeles, caídos y no caídos
Versión 2022
Creemos que Dios creó una innumerable compañía de seres espirituales que son libres de pecado y que se les conoce como ángeles. Uno de estos ángeles, el más alto en rango, “Lucifer, hijo de la mañana”, cometió el pecado del orgullo convirtiéndose así en Satanás. Un gran número de ángeles le siguieron en su caída moral y algunos de ellos se convirtieron en demonios. Estos funcionan como sus agentes y socios, y persiguen diligentemente sus impíos propósitos. Mientras tanto, otros ángeles caídos están “retenidos y encadenados eternamente en la oscuridad para el gran día del juicio final”. (Is 14:12-17; Ez 28:11-19; 1 Tim 3:6; 2 Pe 2:4; Jud 6)
Creemos que Satanás es el originador del pecado y que, con el permiso de Dios, sutilmente condujo a nuestros primeros padres hacia la transgresión que los hizo caer moralmente, sujetándolos a su dominio, tanto a ellos como a su descendencia. Satanás es enemigo de Dios y de su pueblo. Se opone y se exalta a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Habiendo afirmado al principio ser “semejante al Altísimo,” ahora se disfraza como ángel de luz, corrompiendo la obra de Dios al promover religiones y doctrinas que rechazan su gracia, pues niegan la suficiencia de la muerte de Cristo para que el ser humano sea salvo. (Gén 3:1-19; Rom 5:12-14; 2 Cor 4:3-4; 11:13-15; Ef 6:10-12; 2 Tes 2:4; 1 Tim 4:1-3)
Creemos que Satanás fue juzgado en la cruz, aunque no fue ejecutado entonces, y que hoy en día usurpa el título de “dios de este mundo.” En la segunda venida de Cristo, Satanás será atado y echado a los abismos por un período de mil años. Al terminar estos mil años será liberado por un corto período y, finalmente, “será arrojado al lago de fuego y azufre” donde “será atormentado día y noche por los siglos de los siglos”. (Col 2:15; Ap 20:1-3, 10)
Creemos que una gran cifra de ángeles retuvo su estado santo y permanece delante del trono de Dios. Desde allí son enviados como espíritus que sirven y auxilian a los herederos de la salvación. (Lc 15:10; Ef 1:21; Heb1:14; Ap 7:12)
Creemos que el ser humano fue creado inferior a los ángeles, pero que Cristo, cuando se encarnó, tomó temporalmente ese mismo lugar de inferioridad para luego poder elevar al creyente a la esfera suya, una que es de supremacía sobre los ángeles. (Heb 2:6-10)
Actualización con letras en rojo
Creemos que Dios creó una innumerable compañía de seres espirituales que son libres de pecado y que se les conoce como ángeles. Uno de estos ángeles, el más alto en rango, “Lucifer, hijo de la mañana”, cometió el pecado del orgullo convirtiéndose así en Satanás. Un gran número de ángeles le siguieron en su caída moral y algunos de ellos se convirtieron en demonios. Estos funcionan como sus agentes y socios, y persiguen diligentemente sus impíos propósitos. Mientras tanto, otros ángeles caídos están “retenidos y encadenados eternamente en la oscuridad hasta para el gran día del juicio final”. (Is 14:12-17; Ez 28:11-19; 1 Tim 3:6; 2 Pe 2:4; Jud 6).
Creemos que Satanás es el originador del pecado y que, con el permiso de Dios, sutilmente condujo a nuestros primeros padres hacia la transgresión que los hizo caer moralmente, sujetándolos a su dominio, tanto a ellos como a su descendencia. Satanás es enemigo de Dios y de su pueblo. Se opone y se exalta a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Habiendo afirmado al principio ser “semejante al Altísimo,” ahora se disfraza como ángel de luz, corrompiendo la obra de Dios al promover religiones y doctrinas que rechazan su gracia, pues niegan la suficiencia de la muerte de Cristo para que el ser humano sea salvo. (Gén 3:1-19; Rom 5:12-14; 2 Cor 4:3-4; 11:13-15; Ef 6:10-12; 2 Tes 2:4; 1 Tim 4:1-3).
¶Creemos que Satanás fue juzgado en la cruz, aunque no fue ejecutado entonces, y que hoy en día usurpa el título de “dios de este mundo.” En la segunda venida de Cristo, Satanás será atado y echado a los abismos por un período de mil años. Al terminar estos mil años será liberado por un corto período y, finalmente, “será arrojado al lago de fuego y azufre” donde “será atormentado día y noche por los siglos de los siglos”. (Col 2:15; Ap 20:1-3, 10).
¶Creemos que una gran cifra de ángeles retuvo su estado santo y permanece delante del trono de Dios. Desde allí son enviados como espíritus que sirven y auxilian a los herederos de la salvación. (Lc 15:10; Ef 1:21; Heb1:14; Ap 7:12).
¶Creemos que el ser humano fue creado inferior a los ángeles, pero que Cristo, cuando se encarnó, tomó temporalmente ese mismo lugar de inferioridad para luego poder elevar al creyente a la esfera suya, una que es de supremacía sobre los ángeles. (Heb 2:6-10).
Versión 1976
Creemos que Dios creó una innumerable compañía de seres espirituales que son libres de pecado y que se les conoce como ángeles. Uno de estos ángeles, el más alto en rango, “Lucifer, hijo de la mañana”, cometió el pecado del orgullo convirtiéndose así en Satanás. Un gran número de ángeles le siguieron en su caída moral y algunos de ellos se convirtieron en demonios. Estos funcionan como sus agentes y socios, y persiguen diligentemente sus impíos propósitos. Mientras tanto, otros ángeles caídos están “retenidos y encadenados eternamente en la oscuridad hasta el gran día del juicio final” (Is 14:12-17; Ez 28:11-19; 1 Tim 3:6; 2 Pe 2:4; Jud 6).
Creemos que Satanás es el originador del pecado y que, con el permiso de Dios, sutilmente condujo a nuestros primeros padres hacia la transgresión que los hizo caer moralmente, sujetándolos a su dominio, tanto a ellos como a su descendencia.
Satanás es enemigo de Dios y de su pueblo. Se opone y se exalta a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto. Habiendo afirmado al principio ser “semejante al Altísimo,” ahora se disfraza como ángel de luz, corrompiendo la obra de Dios al promover religiones y doctrinas que rechazan su gracia, pues niegan la suficiencia de la muerte de Cristo para que el ser humano sea salvo (Gén 3:1-19; Rom 5:12-14; 2 Cor 4:3-4; 11:13-15; Ef 6:10-12; 2 Tes 2:4; 1 Tim 4:1-3).
Creemos que Satanás fue juzgado en la cruz, aunque no fue ejecutado entonces, y que hoy en día usurpa el título de “dios de este mundo.” En la segunda venida de Cristo, Satanás será atado y echado a los abismos por un período de mil años. Al terminar estos mil años será liberado por un corto período y, finalmente, “será arrojado al lago de fuego y azufre” donde “será atormentado día y noche por los siglos de los siglos” (Col 2:15; Ap 20:1-3, 10). Creemos que una gran cifra de ángeles retuvo su estado santo y permanece delante del trono de Dios. Desde allí son enviados como espíritus que sirven y auxilian a los herederos de la salvación (Lc 15:10; Ef 1:21; Heb1:14; Ap 7:12). Creemos que el ser humano fue creado inferior a los ángeles, pero que Cristo, cuando se encarnó, tomó temporalmente ese mismo lugar de inferioridad para luego poder elevar al creyente a la esfera suya, una que es de supremacía sobre los ángeles (Heb 2:6-10).
Artículo IV: el ser humano, creado y caído
Versión 2022
Creemos que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dios creó al ser humano varón (hombre) y hembra (mujer). Los hombres y las mujeres son diferentes a nivel sexual, pero tienen la misma dignidad personal. Algunos hombres y algunas mujeres son llamados a vivir una vida de celibato, algunos son llamados al matrimonio. El matrimonio es una unión de “una carne” entre un hombre y una mujer, la cual solo debe terminar cuando uno de los dos fallece. Esta unión permite la procreación y el avance del bien moral, espiritual y público. Por lo tanto, las Escrituras prohíben cualquier acto sexual fuera del matrimonio bíblico.
Toda la humanidad (hombres y mujeres independientemente de si son solteros o casados) son seres caídos. A través del pecado y como consecuencia del mismo, toda la humanidad perdió su vida espiritualllegando así a estar “muerta en sus delitos y pecados,” y bajo el dominio del diablo. De igual manera, creemos que esta muerte espiritual, o depravación total de la naturaleza humana, ha sido transmitida a toda la raza humana, con la única excepción del Hombre Cristo Jesús. Como consecuencia, todo descendiente de Adán nace con una naturaleza que no posee vida divina y que, además, es esencialmente mala sin la gracia de Dios. (Gén 1:26-28; 2:18-24; 3:7-8; Éx 20:14; Lev 18:7–23; 20:10–21; Deut 5:18; Mat 5:27–28; 15:19; 19:4–9; Mar 10:5–9; Rom 1:26–32; 8:8; 1 Cor 6:9–13; 1 Cor 7:6–8; Gal. 5:19; Ef 4:17–19; 5:25–27, 31–33; Col 3:5; 1 Tes 4:3; Heb 13:4; 21:2)
Actualización con letras en rojo
Creemos que el ser humano fue creado originalmente a imagen y semejanza de Dios. Pero cayó en pecado y. Dios creó al ser humano varón (hombre) y hembra (mujer). Los hombres y las mujeres son diferentes a nivel sexual, pero tienen la misma dignidad personal. Algunos hombres y algunas mujeres son llamados a vivir una vida de celibato, algunos son llamados al matrimonio. El matrimonio es una unión de “una carne” entre un hombre y una mujer, la cual solo debe terminar cuando uno de los dos fallece. Esta unión permite la procreación y el avance del bien moral, espiritual y público. Por lo tanto, las Escrituras prohíben cualquier acto sexual fuera del matrimonio bíblico.
Toda la humanidad (hombres y mujeres independientemente de si son solteros o casados) son seres caídos. A través del pecado y como consecuencia del mismo, toda la humanidad perdió su vida espiritual. Llegó llegando así a estar está “muertoa en sus delitos y pecados,” y bajo el dominio del diablo. De igual manera, creemos que esta muerte espiritual, o depravación total de la naturaleza humana, ha sido transmitida a toda la raza humana, con la única excepción del Hombre Cristo Jesús. De allí queComo consecuencia , todo descendiente de Adán nace con una naturaleza que no posee vida divina y que, además, es esencialmente mala sin la gracia de Dios. (Gén 1:26–28; 2:17 18–24; 6:53:7–8; Sal 14:1-3; 51:5; Jer 17:9, Jn 3:6; 5:40: 6:35; Rom 3:10-19; 8:6-7; Ef 2:1-3; 1 Tim 5:6; 1 Jn 3:8 Éx 20:14; Lev 18:7–23; 20:10–21; Deut 5:18; Mat 5:27–28; 15:19; 19:4–9; Mar 10:5–9; Rom 1:26–32; 8:8; 1 Cor 6:9–13; 1 Cor 7:6–8; Gal. 5:19; Ef 4:17–19; 5:25–27, 31–33; Col 3:5; 1 Tes 4:3; Heb 13:4; 21:2).
Versión 1976
Creemos que el ser humano fue creado originalmente a imagen y semejanza de Dios. Pero cayó en pecado y perdió su vida espiritual. Llegó así a estar “muerto en sus delitos y pecados,” y bajo el dominio del diablo. De igual manera, creemos que esta muerte espiritual, o depravación total de la naturaleza humana, ha sido transmitida a toda la raza humana, con la única excepción del Hombre Cristo Jesús. De allí que, todo descendiente de Adán nace con una naturaleza esencialmente mala y sin posibilidad de cambiar sin la gracia de Dios (Gén 1:26; 2:17; 6:5; Sal 14:1-3; 51:5; Jer 17:9, Jn 3:6; 5:40: 6:35; Rom 3:10-19; 8:6-7; Ef 2:1-3; 1 Tim 5:6; 1 Jn 3:8).
Artículo V: las dispensaciones
Versión 2022
Creemos que Dios administra y avanza su propósito en la tierra a través de sucesivas y diferentes dispensaciones. En cada una de estas consecutivas administraciones, Dios gobierna su relación con los seres humanos de distintas maneras. Dentro de cada una de estas varias economías, existe una responsabilidad peculiar del ser humano, seguida por su fracaso en llevarla a cabo, y el consecuente y merecido juicio divino. Todas estas dispensaciones cubren la totalidad de la historia humana.
Creemos que tres de estas dispensaciones o reglas de vida reciben especial atención dentro de la revelación de la Escritura, a saber: la pasada dispensación de la Ley Mosaica, la presente dispensación de la Gracia, y la futura dispensación del Reino Milenial. Estas dispensaciones son diferentes y no deberían confundirse, más bien deben presentarse como cronológicamente sucesivas.
Creemos que las dispensaciones no son distintos caminos de salvación, ni diferentes métodos de administrar el Pacto de Gracia. Aunque relacionadas con ellos, las dispensaciones no son sinónimas de los pactos bíblicos tampoco. Más bien son formas de vida y de responsabilidad que prueban la sumisión del ser humano a la voluntad divina revelada durante un período determinado.
Creemos que, si el ser humano pretende ganar el favor de Dios o la salvación basado en sus propios esfuerzos, no importando cuál fuese la dispensación, debido al pecado que le es inherente, inevitablemente será incapaz de satisfacer cabalmente los justos requerimientos de Dios, y su condenación es segura.
Creemos que, de acuerdo con el “propósito eterno de Dios”, la salvación en el designio divino es siempre por gracia por medio de la fe y descansa sobre la base de la sangre derramada de Cristo. Creemos que Dios ha sido siempre lleno de gracia, no importando la dispensación reinante. Sin embargo, el ser humano no siempre ha estado bajo la administración o economía de la Gracia como ocurre en la presente dispensación. (1 Cor 9:17; Ef 2:8; 3:2; 3:9; Col 1:25; 1 Tim. 1:4)
Creemos que siempre ha sido verdad que “sin fe es imposible agradar” a Dios y, que el principio de fe fue prevalente en las vidas de todos los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, creemos que es históricamente imposible que conscientemente hayan tenido a Jesús encarnado y crucificado, el Cordero de Dios, como objeto directo de su fe y que es evidente que no comprendían, como nosotros, que los sacrificios figuraban la persona y la obra de Cristo. Creemos que tampoco entendían el significado redentor de las profecías o tipos con respecto al sufrimiento de Cristo. Entendemos que su fe en Dios se manifestaba de otras maneras, como se demuestra en el relato de Heb 11:1-40. Además, creemos que su fe así manifestada les fue contada por justicia. (Jn 1:29; Rom 4:3 con Gén 15:6; Rom 4:5-8; 1 Pe 1:10-12; Heb 11:6-7)
Actualización con letras en rojo
Creemos que Dios administra y avanza su propósito en la tierra a través de sucesivas y diferentes dispensaciones. En cada una de estas consecutivas administraciones, Dios gobierna su relación con los seres humanos de distintas maneras. Dentro de cada una de estas varias economías, existe una responsabilidad peculiar del ser humano, seguida por su fracaso en llevarla a cabo, y el consecuente y merecido juicio divino. Todas estas dispensaciones cubren la totalidad de la historia humana.
Creemos que tres de estas dispensaciones o reglas de vida reciben especial atención dentro de la revelación de la Escritura, a saber: la pasada dispensación de la Ley Mosaica, la presente dispensación de la Gracia, y la futura dispensación del Reino Milenial. Estas dispensaciones son diferentes y no deberían confundirse, más bien deben presentarse como cronológicamente sucesivas.
Creemos que las dispensaciones no son distintos caminos de salvación, ni diferentes métodos de administrar el llamado Pacto de Gracia. Aunque relacionadas con ellos, las dispensaciones no son sinónimas de los pactos bíblicos tampoco. Más bien son formas de vida y de responsabilidad hacia Dios que prueban la sumisión del ser humano a la voluntad divina revelada durante un período determinado.
Creemos que, si el ser humano pretende ganar el favor de Dios o la salvación basado en sus propios esfuerzos, no importando cuál fuese la dispensación, debido al pecado que le es inherente, inevitablemente será incapaz de satisfacer cabalmente los justos requerimientos de Dios, y su condenación es segura.
Creemos que, de acuerdo con el “propósito eterno de Dios” (Ef 3:11), la salvación en el designio divino es siempre “por gracia por medio de la fe” y descansa sobre la base de la sangre derramada de Cristo. Creemos que Dios ha sido siempre lleno de gracia, no importando la dispensación reinante. Sin embargo, el ser humano no siempre ha estado bajo la administración o economía de la Gracia como ocurre en la presente dispensación. (1 Cor 9:17; Ef 2:8; 3:2; 3:9; Col 1:25; 1 Tim. 1:4).
Creemos que siempre ha sido verdad que “sin fe es imposible agradar” a Dio (Heb 11:6) y, que el principio de fe fue prevalente en las vidas de todos los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, creemos que es históricamente imposible que conscientemente hayan tenido a Jesús encarnado y crucificado, el Cordero de Dios, como objeto directo de su fe (Jn 1:29) y que es evidente que no comprendían, como nosotros, que los sacrificios figuraban la persona y la obra de Cristo. Creemos que tampoco entendían el significado redentor de las profecías o tipos con respecto al sufrimiento de Cristo (1 Pe 1:10–12). Entendemos que su fe en Dios se manifestaba de otras maneras, como se demuestra en el relato de Heb 11:1-40. Además, creemos que su fe así manifestada les fue contada por justicia. (John 1:29; Rom 4:3 con Gén 15:6; Rom 4:5-8; 1 Pe 1:10-12; Heb 11:6-7).
Versión 1976
Creemos que Dios administra y avanza su propósito en la tierra a través de sucesivas y diferentes dispensaciones. En cada una de estas consecutivas administraciones, Dios gobierna su relación con los seres humanos de distintas maneras. Dentro de cada una de estas varias economías, existe una responsabilidad peculiar del ser humano, seguida por su fracaso en llevarla a cabo, y el consecuente y merecido juicio divino. Todas estas dispensaciones cubren la totalidad de la historia humana.
Creemos que tres de estas dispensaciones o reglas de vida reciben especial atención dentro de la revelación de la Escritura, a saber: la pasada dispensación de la Ley Mosaica, la presente dispensación de la Gracia, y la futura dispensación del Reino Milenial. Estas dispensaciones son diferentes y no deberían confundirse, más bien deben presentarse como cronológicamente sucesivas.
Creemos que las dispensaciones no son distintos caminos de salvación, ni diferentes métodos de administrar el llamado Pacto de Gracia. Aunque relacionadas con ellos, las dispensaciones no son sinónimas de los pactos bíblicos tampoco. Más bien son formas de vida y de responsabilidad hacia Dios que prueban la sumisión del ser humano a la voluntad divina revelada durante un período determinado.
Creemos que, si el ser humano pretende ganar el favor de Dios o la salvación basado en sus propios esfuerzos, no importando cuál fuese la dispensación, debido al pecado que le es inherente, inevitablemente será incapaz de satisfacer cabalmente los justos requerimientos de Dios, y su condenación es segura.
Creemos que, de acuerdo con el “propósito eterno de Dios” (Ef 3:11), la salvación en el designio divino es siempre “por gracia por medio de la fe” y descansa sobre la base de la sangre derramada de Cristo. Creemos que Dios ha sido siempre lleno de gracia, no importando la dispensación reinante. Sin embargo, el ser humano no siempre ha estado bajo la administración o economía de la Gracia como ocurre en la presente dispensación (1 Cor 9:17; Ef 3:2; 3:9; Col 1:25; 1 Tim. 1:4).
Creemos que siempre ha sido verdad que “sin fe es imposible agradar” a Dios (Heb 11:6) y, que el principio de fe fue prevalente en las vidas de todos los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, creemos que es históricamente imposible que conscientemente hayan tenido a Jesús encarnado y crucificado, el Cordero de Dios, como objeto directo de su fe (Jn 1:29) y que es evidente que no comprendían, como nosotros, que los sacrificios figuraban la persona y la obra de Cristo. Creemos que tampoco entendían el significado redentor de las profecías o tipos con respecto al sufrimiento de Cristo (1 Pe 1:10-12). Entendemos que su fe en Dios se manifestaba de otras maneras, como se demuestra en el relato de Heb 11:1-40. Además, creemos que su fe así manifestada les fue contada por justicia (Rom 4:3 con Gén 15:6; Rom 4:5-8; Heb 11:7).
Artículo VI: la primera venida
Versión 2022
Creemos que el eterno Hijo de Dios vino a este mundo para manifestar a Dios al ser humano, cumplir la profecía, y ser el Redentor de este mundo perdido, tal y como Dios lo habría provisto, propuesto, y anunciado en las profecías de las Escrituras. Con este propósito, el Hijo de Dios nació de la virgen y recibió un cuerpo humano y una naturaleza humana sin pecado.
Creemos que el Hijo mantuvo todos los atributos de la deidad en Su encarnación y que la distinción entre la naturaleza divina y humana no se anuló por esta unión. (Lc 1:30-35; 2:40; Jn 1:1-2, 18; 3:16; Fil 2:5-8; Heb 4:15)
Creemos que, en cumplimiento de la profecía, Jesús vino primeramente a Israel como su Rey-Mesías, y que, habiendo sido rechazado por esa nación, en conformidad al eterno consejo de Dios, dio su vida en rescate por todos los seres humanos. (Jn 1:11; Hch 2:22–24; 1 Tim 2:6; Heb 2:9; 1 Jn 2:2)
Creemos que, en amor infinito por los perdidos, Jesús voluntariamente aceptó la voluntad de su Padre y se convirtió en el Cordero provisto por Dios, cuyo sacrificio quita el pecado del mundo, cargando sobre sí mismo el juicio santo que el Dios justo impone sobre el pecado. De esa forma, su muerte fue substitutiva en el sentido más absoluto—el justo por el injusto—y por ella, él se convirtió en el salvador de los perdidos. (Jn 1:29; Rom 3:25-26; 2 Cor 5:14; Heb 10:5-14; 1 Pe 3:18)
Creemos que, de acuerdo con las Escrituras, el Señor Jesucristo se levantó de entre los muertos con el mismo cuerpo en el cual había vivido y muerto, mas ahora siendo glorificado. Creemos que su cuerpo resucitado es el modelo del cuerpo que, finalmente, todo creyente ha de recibir. (Jn 20:20; Fil 3:20–21)
Creemos que, al partir de la tierra, Jesús fue aceptado por su Padre y que esta aceptación es nuestra seguridad final de que su obra redentora fue perfectamente culminada (Heb 1:3). Creemos que Jesús es la cabeza de todas las cosas y sobre todo de la Iglesia que es su cuerpo; y, su ministerio es el de mediar e interceder sin cesar por los salvos. (Ef 1:22–23; Heb 7:25; 1 Jn 2:1)
Actualización con letras en rojo
Creemos que el eterno Hijo de Dios vino a este mundo para manifestar a Dios al ser humano, cumplir la profecía, y ser el Redentor de este mundo perdido, tal y como Dios lo habría provisto, propuesto, y anunciado en las profecías de las Escrituras. Con este propósito, el Hijo de Dios nació de la virgen y recibió un cuerpo humano y una naturaleza humana sin pecado (Lc 1:20-35; Jn 1:18; 3:16; Heb 4:15).
Creemos que Aun así, él retuvo su absoluta deidad, siendo al mismo tiempo Dios verdadero y hombre verdadero, y que su vida terrena, algunas veces funcionó dentro de la esfera de lo humano y otras veces dentro de la esfera de lo divino por el lado humano, él se hizo y permaneció hombre perfecto, aunque sin pecado durante toda su vida el Hijo mantuvo todos los atributos de la deidad en Su encarnación y que la distinción entre la naturaleza divina y humana no se anuló por esta unión. (Lc 1:30-35; 2:40; Jn 1:1-2, 18; 3:16; Fil 2:5-8; Heb 4:15).
Creemos que, en cumplimiento de la profecía, él Jesús vino primeramente a Israel como su Rey-Mesías, y que, habiendo sido rechazado por esa nación, en conformidad al eterno consejo de Dios, dio su vida en rescate por todos los seres humanos. (Jn 1:11; Hch 2:22–24; 1 Tim 2:6; Heb 2:9; 1 Jn 2:2).
Creemos que, en amor infinito por los perdidos, él Jesús voluntariamente aceptó la voluntad de su Padre y se convirtió en el Cordero provisto por Dios, cuyo sacrificio quita el pecado del mundo, cargando sobre sí mismo el juicio santo que el Dios justo impone sobre el pecado. De esa forma, su muerte fue substitutiva en el sentido más absoluto—el justo por el injusto—y por ella, él se convirtió en el salvador de los perdidos. (Jn 1:29; Rom 3:25-26; 2 Cor 5:14; Heb 10:5-14; 1 Pe 3:18).
Creemos que, de acuerdo con las Escrituras, él el Señor Jesucristo se levantó de entre los muertos con el mismo cuerpo en el cual había vivido y muerto, mas ahora siendo glorificado. Creemos que su cuerpo resucitado es el modelo del cuerpo que, finalmente, todo creyente ha de recibir. (Jn 20:20; Fil 3:20–21.
Creemos que, al partir de la tierra, él Jesús fue aceptado por su Padre y que esta aceptación es nuestra seguridad final de que su obra redentora fue perfectamente culminada (Heb 1:3).
Creemos que él Jesús es la cabeza de todas las cosas y sobre todo de la Iglesia que es su cuerpo; y, su ministerio es el de mediar e interceder sin cesar por los salvos. (Ef 1:22–23; Heb 7:25; 1 Jn 2:1).
Versión 1976
Creemos que el eterno Hijo de Dios vino a este mundo para manifestar a Dios al ser humano, cumplir la profecía, y ser el Redentor de este mundo perdido, tal y como Dios lo habría provisto, propuesto, y anunciado en las profecías de las Escrituras. Con este propósito, el Hijo de Dios nació de la virgen y recibió un cuerpo humano y una naturaleza humana sin pecado (Lc 1:20-35; Jn 1:18; 3:16; Heb 4:15).
Creemos que, por el lado humano, él se hizo y permaneció hombre perfecto, aunque sin pecado durante toda su vida. Aun así, él retuvo su absoluta deidad, siendo al mismo tiempo Dios verdadero y hombre verdadero, y que su vida terrena, algunas veces funcionó dentro de la esfera de lo humano y otras veces dentro de la esfera de lo divino (Lc 2:40; Jn 1:1-2; Fil 2:5-8).
Creemos que, en cumplimiento de la profecía, él vino primeramente a Israel como su Rey-Mesías, y que, habiendo sido rechazado por esa nación, en conformidad al eterno consejo de Dios, dio su vida en rescate por todos los seres humanos (Jn 1:11; Hch 2:22–24; 1 Tim 2:6).
Creemos que, en amor infinito por los perdidos, él voluntariamente aceptó la voluntad de su Padre y se convirtió en el Cordero provisto por Dios, cuyo sacrificio quita el pecado del mundo, cargando sobre sí mismo el juicio santo que el Dios justo impone sobre el pecado. De esa forma, su muerte fue substitutiva en el sentido más absoluto—el justo por el injusto—y por ella, él se convirtió en el salvador de los perdidos (Jn 1:29; Rom 3:25-26; 2 Cor 5:14; Heb 10:5-14; 1 Pe 3:18).
Creemos que, de acuerdo con las Escrituras, él se levantó de entre los muertos con el mismo cuerpo en el cual había vivido y muerto, mas ahora siendo glorificado. Creemos que su cuerpo resucitado es el modelo del cuerpo que, finalmente, todo creyente ha de recibir (Jn 20:20; Fil 3:20–21).
Creemos que, al partir de la tierra, él fue aceptado por su Padre y que esta aceptación es nuestra seguridad final de que su obra redentora fue perfectamente culminada (Heb 1:3). Creemos que él es la cabeza de todas las cosas y sobre todo de la Iglesia que es su cuerpo; y, su ministerio es el de mediar e interceder sin cesar por los salvos (Ef 1:22–23; Heb 7:25; 1 Jn 2:1).
Artículo VII: la salvación solo a través de Cristo
Versión 2022
Creemos que, debido a que el pecado causó la muerte universal, nadie puede entrar al reino de Dios si no es nacido de nuevo. Ninguna reforma por grande que sea, ningún logro en moralidad por alto que llegue, ninguna cultura por atractiva que parezca, ningún bautismo u ordenanza de cualquier forma que se administre, pueden ayudar al pecador a dar un tan solo paso hacia el cielo.
Solo una nueva naturaleza impartida desde lo alto, una nueva vida implantada por el Espíritu Santo a través de la Palabra es suficiente para la salvación; y, por eso solo los así salvados pasan a ser hijos e hijas de Dios.
Creemos, también, que nuestra redención ha sido completada únicamente por la sangre de nuestro Señor Jesucristo, quien fue hecho pecado y maldición por nosotros, muriendo en nuestro lugar y para nuestro beneficio. Así pues, ningún tipo de penitencia, sentimiento, fe, buen propósito, esfuerzo sincero, sujeción a norma o estatuto de cualquier iglesia—incluidas todas las iglesias desde tiempos apostólicos—, puede añadir nada al valor de la sangre o al mérito de la obra terminada a nuestro favor, de Aquel quien unió en su persona a la propia y verdadera deidad con una humanidad perfecta y sin pecado. (Lev 17:11; Isa 64:6; Mat 26:28; Jn 3:7-18; Rom 5:6-9; 2 Cor 5:21; Gal 3:13; 6:15; Ef 1:7; Fil 3:4-9; Tit 3:5; San 1:18; 1 Ped 1:18-19, 23)
Creemos que el nuevo nacimiento del creyente solo es posible a través de la fe en Cristo y que el arrepentimiento es parte vital del creer, y que en ninguna manera es en sí mismo una condición independiente o separada para alcanzar la salvación. Creemos que no debe agregarse ninguna otra condición para obtener la salvación—ningún acto de confesión, bautismo, oración o fidelidad en el servicio deben añadirse al creer para obtener la salvación. (Jn 1:12; 3:16, 18, 36; 5:24; 6:29; Hch 13:39; 16:31; Rom 1:16-17; 3:22, 26; 4:5; 10:4; Gal 3:22)
Actualización con letras en rojo
Creemos que, debido a que el pecado causó la muerte universal, nadie puede entrar al reino de Dios si no es nacido de nuevo. Ninguna reforma por grande que sea, ningún logro en moralidad por alto que llegue, ninguna cultura por atractiva que parezca, ningún bautismo u ordenanza de cualquier forma que se administre, pueden ayudar al pecador a dar un tan solo paso hacia el cielo.
Solo una nueva naturaleza impartida desde lo alto, una nueva vida implantada por el Espíritu Santo a través de la Palabra es suficiente para la salvación; y, por eso solo los así salvados pasan a ser hijos e hijas de Dios.
Creemos, también, que nuestra redención ha sido completada únicamente por la sangre de nuestro Señor Jesucristo, quien fue hecho pecado y maldición por nosotros, muriendo en nuestro lugar y para nuestro beneficio. Así pues, ningún tipo de penitencia, sentimiento, fe, buen propósito, esfuerzo sincero, sujeción a norma o estatuto de cualquier iglesia—incluidas todas las iglesias desde tiempos apostólicos—, puede añadir nada al valor de la sangre o al mérito de la obra terminada a nuestro favor, de Aquel quien unió en su persona a la propia y verdadera deidad con una humanidad perfecta y sin pecado. (Lev 17:11; Isa 64:6; Mat 26:28; Jn 3:7-18; Rom 5:6-9; 2 Cor 5:21; Gal 3:13; 6:15; Ef 1:7; Fil 3:4-9; Tit 3:5; San 1:18; 1 Ped 1:18-19, 23.
Creemos que el nuevo nacimiento del creyente solo es posible a través de la fe en Cristo y que el arrepentimiento es parte vital del creer, y que en ninguna manera es en sí mismo una condición independiente o separada para alcanzar la salvación. Creemos que no debe agregarse ninguna otra condición para obtener la salvación—ningún acto de confesión, bautismo, oración o fidelidad en el servicio deben añadirse al creer para obtener la salvación. (Jn 1:12; 3:16, 18, 36; 5:24; 6:29; Hch 13:39; 16:31; Rom 1:16-17; 3:22, 26; 4:5; 10:4; Gal 3:22).
Versión 1976
Creemos que, debido a que el pecado causó la muerte universal, nadie puede entrar al reino de Dios si no es nacido de nuevo. Ninguna reforma por grande que sea, ningún logro en moralidad por alto que llegue, ninguna cultura por atractiva que parezca, ningún bautismo u ordenanza de cualquier forma que se administre, pueden ayudar al pecador a dar un tan solo paso hacia el cielo.
Solo una nueva naturaleza impartida desde lo alto, una nueva vida implantada por el Espíritu Santo a través de la Palabra es suficiente para la salvación; y, por eso solo los así salvados pasan a ser hijos e hijas de Dios.
Creemos, también, que nuestra redención ha sido completada únicamente por la sangre de nuestro Señor Jesucristo, quien fue hecho pecado y maldición por nosotros, muriendo en nuestro lugar y para nuestro beneficio. Así pues, ningún tipo de penitencia, sentimiento, fe, buen propósito, esfuerzo sincero, sujeción a norma o estatuto de cualquier iglesia—incluidas todas las iglesias desde tiempos apostólicos—, puede añadir nada al valor de la sangre o al mérito de la obra terminada a nuestro favor, de Aquel quien unió en su persona a la propia y verdadera deidad con una humanidad perfecta y sin pecado. (Lev 17:11; Isa 64:6; Mat 26:28; Jn 3:7-18; Rom 5:6-9; 2 Cor 5:21; Gal 3:13; 6:15; Ef 1:7; Fil 3:4-9; Tit 3:5; San 1:18; 1 Ped 1:18-19, 23).
Creemos que el nuevo nacimiento del creyente solo es posible a través de la fe en Cristo y que el arrepentimiento es parte vital del creer, y que en ninguna manera es en sí mismo una condición independiente o separada para alcanzar la salvación. Creemos que no debe agregarse ninguna otra condición para obtener la salvación—ningún acto de confesión, bautismo, oración o fidelidad en el servicio deben añadirse al creer para obtener la salvación (Jn 1:12; 3:16, 18, 36; 5:24; 6:29; Hch 13:39; 16:31; Rom 1:16-17; 3:22, 26; 4:5; 10:4; Gal 3:22).
Artículo VIII: la extensión de la salvación
Versión 2022
Creemos que cuando una persona no regenerada ejercita la fe en Cristo, tal como es ilustrada y descrita en el Nuevo Testamento, esta persona pasa inmediatamente de la muerte espiritual a la vida espiritual, y de la vieja creación a la nueva siendo justificada de todas las cosas, aceptada delante del Padre, como Cristo es aceptado, amada como Cristo es amado, teniendo su lugar y porción como corresponde a aquellos que están unidos y son uno con Cristo para toda la eternidad.
Aunque el creyente deba crecer en el conocimiento de sus bendiciones y experimentar en mayor medida el poder de Dios a través de rendirse totalmente a él, es al ser salvo cuando inmediatamente ya está en posesión de toda bendición espiritual y es absolutamente completo en Cristo. Por eso, de ninguna manera Dios requiere que busque una “segunda bendición” o “segunda obra de gracia”. (Jn 5:24; 17:23; Hch 13:39; Rom 5:1; 1 Cor 3:21-23; Efe 1:3; Col 2:10; 1 Jn 4:17; 5:11-12)
Actualización con letras en rojo
Creemos que cuando una persona no regenerada ejercita la fe en Cristo, tal como es ilustrada y descrita en el Nuevo Testamento, esta persona pasa inmediatamente de la muerte espiritual a la vida espiritual, y de la vieja creación a la nueva, siendo justificada de todas las cosas, aceptada delante del Padre, aceptada como Cristo es aceptado, amada como Cristo es amado, teniendo su lugar y porción como corresponde a aquellos que están unidos y son uno con Cristo para toda la eternidad.
Aunque el creyente deba crecer en el conocimiento de sus bendiciones y experimentar en mayor medida el poder de Dios a través de rendirse totalmente a él, es al ser salvo cuando inmediatamente ya está en posesión de toda bendición espiritual y es absolutamente completo en Cristo. Por eso, de ninguna manera Dios requiere de él que busque una llamada “segunda bendición," o “segunda obra de gracia.". (Jn 5:24; 17:23; Hch 13:39; Rom 5:1; 1 Cor 3:21-23; Efe 1:3; Col 2:10; 1 Jn 4:17; 5:11-12).
Versión 1976
Creemos que cuando una persona no regenerada ejercita la fe en Cristo, tal como es ilustrada y descrita en el Nuevo Testamento, pasa inmediatamente de la muerte espiritual a la vida espiritual, y de la vieja creación a la nueva, siendo justificada de todas las cosas, aceptada delante del Padre, aceptada como Cristo es aceptado, amada como Cristo es amado, teniendo su lugar y porción como corresponde a aquellos que están unidos y son uno con Cristo para toda la eternidad.
Aunque el creyente deba crecer en el conocimiento de sus bendiciones y experimentar en mayor medida el poder de Dios a través de rendirse totalmente a él, es al ser salvo cuando inmediatamente ya está en posesión de toda bendición espiritual y es absolutamente completo en Cristo. Por eso, de ninguna manera Dios requiere de él que busque una llamada “segunda bendición,” o “segunda obra de gracia.” (Jn 5:24; 17:23; Hch 13:39; Rom 5:1; 1 Cor 3:21-23; Efe 1:3; Col 2:10; 1 Jn 4:17; 5:11-12).
Artículo IX: la santificación
Versión 2022
Creemos que la santificación, que significa “ser apartado para Dios,” tiene tres dimensiones. En primer lugar, para toda persona salva debido a que la posición de cada uno en relación con Dios es la misma posición de Cristo. Ya que el creyente está en Cristo, él está apartado para Dios en la medida en que Cristo está apartado para Dios. Creemos, no obstante, que el creyente retiene su naturaleza de pecado, la cual no puede ser erradicada en esta vida. Por lo tanto, mientras la posición del creyente en Cristo es perfecta, su presente estado refleja la experiencia de su vida diaria. De esa forma, existe una santificación progresiva en la cual el creyente debe “crecer en gracia” y “ser cambiado” por el poder del Espíritu que no conoce obstáculos. Creemos también que el hijo de Dios en el futuro será totalmente santificado en su ser, de la forma en que ya es santificado en su posición en Cristo. Solo entonces, él verá cara a cara a su Señor y será “semejante a él”. (Jn 17:17; 2 Cor. 3:18; 7:1; Ef. 4:24; 5:25–27; 1 Tes. 5:23; Heb. 10:10, 14;12:10)
Actualización con letras en rojo
Creemos que la santificación, que significa “ser apartado para Dios,” tiene tres dimensiones. En primer lugar, para toda persona salva debido a que su la posición de cada uno en relación con Dios es la misma posición de Cristo su santificación puede decirse es completa. Ya que el creyente está en Cristo, él está apartado para Dios en la medida en que Cristo está apartado para Dios. Creemos, no obstante, que el creyente retiene su naturaleza de pecado, la cual no puede ser erradicada en esta vida. Por lo tanto, mientras la posición del cristianocreyente en Cristo es perfecta, su presente estado refleja la experiencia de su vida diaria. De esa forma, existe una santificación progresiva en la cual el creyente debe “crecer en gracia” y “ser cambiado” por el poder del Espíritu que no conoce obstáculos. Creemos también que el hijo de Dios en el futuro será totalmente santificado en su ser, de la forma en que ya es santificado en su posición en Cristo. Solo entonces, él verá cara a cara a su Señor y será “semejante a él.". (Jn 17:17; 2 Cor. 3:18; 7:1; Ef. 4:24; 5:25–27; 1 Tes. 5:23; Heb. 10:10, 14;12:10).
Versión 1976
Creemos que la santificación, que significa “ser apartado para Dios,” tiene tres dimensiones. En primer lugar, para toda persona salva debido a que su posición en relación con Dios es la misma posición de Cristo su santificación puede decirse es completa. Ya que el creyente está en Cristo, él está apartado para Dios en la medida en que Cristo está apartado para Dios. Creemos, no obstante, que el creyente retiene su naturaleza de pecado, la cual no puede ser erradicada en esta vida. Por lo tanto, mientras la posición del cristiano en Cristo es perfecta, su presente estado refleja la experiencia de su vida diaria. De esa forma, existe una santificación progresiva en la cual el creyente debe “crecer en gracia” y “ser cambiado” por el poder del Espíritu que no conoce obstáculos. Creemos también que el hijo de Dios en el futuro será totalmente santificado en su ser, de la forma en que ya es santificado en su posición en Cristo. Solo entonces, él verá cara a cara a su Señor y será “semejante a él.” (Jn 17:17; 2 Cor. 3:18; 7:1; Ef. 4:24; 5:25–27; 1 Tes. 5:23; Heb. 10:10, 14;12:10).
Artículo X: la seguridad eterna
Versión 2022
Creemos que nosotros y todos los creyentes verdaderos, en todo lugar, una vez salvos seremos mantenidos salvos por siempre. Esta verdad está erigida sobre sólidos fundamentos. En primer lugar, el propósito eterno de Dios hacía los recipientes de su amor. Junto a esto, su libertad de brindar gracia para aquellos que no la merecen con base en la sangre propiciatoria de Cristo. A todo lo anterior se une la misma naturaleza del divino regalo de la vida eterna, la incesante e interminable intercesión y mediación de Cristo en el cielo a favor de los creyentes, y la inmutabilidad de los incambiables pactos de Dios. Finalmente, como si lo anterior no fuera suficiente, la obra de regeneración y la permanente morada del Espíritu Santo en los corazones de los salvos aseguran una salvación permanente.
Sin embargo, también creemos que Dios es un Padre santo y justo porque no puede pasar por alto los pecados de sus hijos. Por eso, cuando sus hijos pecan persistentemente, él los disciplina y corrige en su infinito amor. Con todo, ya que se ha propuesto salvarlos y guárdalos para siempre, aparte de todo mérito humano, Aquel que no puede fallar, al final los presentará a cada uno de ellos sin defecto delante de su gloria y conformados a la imagen de su Hijo. (Jn 5:24; 10:28; 13:1; 14:16–17; 17:11; Rom 8:29; 1 Cor 6:19; Heb. 7:25; 12:4-11; 1 Jn 2:1-2; 5:13; Jud 24)
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Creemos que nosotros y todos los creyentes verdaderos, en todo lugar, una vez salvos seremos mantenidos salvos por siempre. Esta verdad está erigida sobre sólidos fundamentos. En primer lugar, el propósito eterno de Dios hacía los recipientes de su amor. Junto a esto, su libertad de brindar gracia para aquellos que no la merecen con base en la sangre propiciatoria de Cristo. A todo lo anterior se une la misma naturaleza del divino regalo de la vida eterna, la incesante e interminable intercesión y mediación de Cristo en el cielo a favor de los creyentes, y la inmutabilidad de los incambiables pactos de Dios. Finalmente, como si lo anterior no fuera suficiente, la obra de regeneración y la permanente morada del Espíritu Santo en los corazones de los salvos aseguran una salvación permanente.
Sin embargo, también creemos que Dios es un Padre santo y justo, y que porque no puede pasar por alto los pecados de sus hijos. Por eso, cuando sus hijos pecan persistentemente, él los disciplina y corrige en su infinito amor. Con todo, ya que se ha propuesto salvarlos y guárdalos para siempre, aparte de todo mérito humano, Aquel que no puede fallar, al final los presentará a cada uno de ellos sin defecto delante de su gloria y conformados a la imagen de su Hijo. (Jn 5:24; 10:28; 13:1; 14:16–17; 17:11; Rom 8:29; 1 Cor 6:19; Heb. 7:25; 12:4-11; 1 Jn 2:1-2; 5:13; Jud 24).
Versión 1976
Creemos que nosotros y todos los creyentes verdaderos, en todo lugar, una vez salvos seremos mantenidos salvos por siempre. Esta verdad está erigida sobre sólidos fundamentos. En primer lugar, el propósito eterno de Dios hacía los recipientes de su amor. Junto a esto, su libertad de brindar gracia para aquellos que no la merecen con base en la sangre propiciatoria de Cristo. A todo lo anterior se une la misma naturaleza del divino regalo de la vida eterna, la incesante e interminable intercesión y mediación de Cristo en el cielo a favor de los creyentes, y la inmutabilidad de los incambiables pactos de Dios. Finalmente, como si lo anterior no fuera suficiente, la obra de regeneración y la permanente morada del Espíritu Santo en los corazones de los salvos aseguran una salvación permanente.
Sin embargo, también creemos que Dios es un Padre santo y justo, y que no puede pasar por alto los pecados de sus hijos. Por eso, cuando sus hijos pecan persistentemente, él los disciplina y corrige en su infinito amor. Con todo, ya que se ha propuesto salvarlos y guárdalos para siempre, aparte de todo mérito humano, Aquel que no puede fallar, al final los presentará a cada uno de ellos sin defecto delante de su gloria y conformados a la imagen de su Hijo (Jn 5:24; 10:28; 13:1; 14:16–17; 17:11; Rom 8:29; 1 Cor 6:19; Heb. 7:25; 1 Jn 2:1-2; 5:13; Jud 24).
Artículo XI: seguridad
Versión 2022
Creemos que es el privilegio no solo de algunos, sino de todos aquellos que son nacidos de nuevo por el Espíritu a través de la fe en Cristo, como es revelado en las Escrituras, el estar seguros de su salvación desde el mismo día en que tomaron a Cristo como su Salvador, y que esta seguridad no se funda en ningún descubrimiento fantasioso de su propio valor o capacidad, si no completamente en el testimonio de Dios en su Palabra escrita, quien despierta dentro de sus hijos amor filial, gratitud y obediencia. (Lc10:20; 22:32; 2 Cor. 5:1, 6–8; 2 Tim. 1:12; Heb. 10:22; 1 Juan 5:13)
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Creemos que es el privilegio no solo de algunos, sino de todos aquellos que son nacidos de nuevo por el Espíritu a través de la fe en Cristo, como es revelado en las Escrituras, el estar seguros de su salvación desde el mismo día en que tomaron a Jesús Cristo como su sSSalvador, y que esta seguridad no se funda en ningún descubrimiento fantasioso de su propio valor o capacidad, si no completamente en el testimonio de Dios en su Palabra escrita, quien despierta dentro de sus hijos amor filial, gratitud y obediencia. (Lc10:20; 22:32; 2 Cor. 5:1, 6–8; 2 Tim. 1:12; Heb. 10:22; 1 Juan 5:13.
Versión 1976
Creemos que es el privilegio no solo de algunos, sino de todos aquellos que son nacidos de nuevo por el Espíritu a través de la fe en Cristo, como es revelado en las Escrituras, el estar seguros de su salvación desde el mismo día en que tomaron a Jesús como su salvador, y que esta seguridad no se funda en ningún descubrimiento fantasioso de su propio valor o capacidad, si no completamente en el testimonio de Dios en su Palabra escrita, quien despierta dentro de sus hijos amor filial, gratitud y obediencia (Lc 10:20; 22:32; 2 Cor. 5:1, 6–8; 2 Tim. 1:12; Heb. 10:22; 1 Juan 5:13).
Artículo XII: el Espíritu Santo
Versión 2022
Creemos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la bendita Trinidad, aunque omnipresente desde toda la eternidad, cumpliendo la promesa divina puso su hogar en el mundo en un sentido especial en el día de Pentecostés. Desde entonces mora en cada creyente, y por su bautismo los une a todos en Cristo en un solo cuerpo. De allí que puede ser la fuente de todo poder, toda adoración y servicio aceptable delante de Dios.
Creemos que Espíritu nunca abandona ni al más débil de sus santos, sino que siempre está presente en la Iglesia para testificar de Cristo, mientras busca llenar a los creyentes de Cristo, y los invita a no confiar ni en ellos mismos ni en sus propias experiencias.
Creemos que su presencia en este mundo, en este sentido especial, cesará cuando Cristo venga por los suyos al completarse la iglesia. (Jn 14:16–17; 16:7–15; 1 Cor 6:19; Ef 2:22; 2 Tes 2:7).
Creemos que, en esta era, ciertos ministerios bien definidos están a cargo del Espíritu Santo, y que es deber de todos los cristianos el entender y ajustarse a ellos en su propia vida y experiencia. Estos ministerios incluyen la restricción del mal en el mundo a la medida de la voluntad divina; convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; la regeneración de todos los creyentes; la morada y la unción de todos los que son salvos, sellándolos de esta manera para el día de la redención; el bautismo en un solo cuerpo de Cristo para todos los que son salvos; la continua llenura para otorgar poder, enseñanza, y servicio a aquellos entre los creyentes que se han rendido a él y que están sujetos a su voluntad. (Jn 3:6; 16:7–11; Rom 8:9; 1 Cor 12:13; Ef 4:30; 5:18; 2 Tes 2:7; 1 Jn 2:20-27)
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Creemos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la bendita Trinidad, aunque omnipresente desde toda la eternidad, cumpliendo la promesa divina puso su morada hogar en el mundo en un sentido especial en el día de Pentecostés. Desde entonces mora en cada creyente, y por su bautismo los une a todos en Cristo en un solo cuerpo. De allí que puede ser la fuente de todo poder, toda adoración y servicio aceptable delante de Dios.
Creemos que él Espíritu nunca abandona ni al más débil de sus santos, sino que siempre está presente en la Iglesia para testificar de Cristo, mientras busca llenar a los creyentes de su presencia Cristo, y los invita a no confiar ni en ellos mismos ni en sus propias experiencias.
Creemos que su morada presencia en este mundo, en este sentido especial, cesará cuando Cristo venga por los suyos al completarse la iglesia. (Jn 14:16–17; 16:7–15; 1 Cor 6:19; Ef 2:22; 2 Tes 2:7).
Creemos que, en esta era, ciertos ministerios bien definidos están a cargo del Espíritu Santo, y que es deber de todo cristiano todos los cristianos el entender y ajustarse a ellos en su propia vida y experiencia. Estos ministerios incluyen la restricción del mal en el mundo a la medida de la voluntad divina; convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; la regeneración de todos los creyentes; la morada y la unción de todos los que son salvos, sellándolos de esta manera hasta para el día de la redención; el bautismo en un solo cuerpo de Cristo para todos los que son salvos; la continua llenura para otorgar poder, enseñanza, y servicio a aquellos entre los creyentes que se han rendido a él y que están sujetos a su voluntad. (Jn 3:6; 16:7–11; Rom 8:9; 1 Cor 12:13; Ef 4:30; 5:18; 2 Tes 2:7; 1 Jn 2:20-27).
[El siguiente párrafo se ha actualizado y movido al artículo XVI]
Creemos que algunos dones del Espíritu Santo, como hablar en lenguas y sanidades milagrosas fueron temporales. Creemos que el hablar en lenguas nunca fue la señal necesaria o general del bautismo ni de la llenura del Espíritu. Creemos que la total liberación del cuerpo de la enfermedad o la muerte aguarda a la consumación de nuestra salvación en la resurrección (Hch 4:8, 31; Rom 8:23; 1 Cor 13:8).
Versión 1976
Creemos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la bendita Trinidad, aunque omnipresente desde toda la eternidad, cumpliendo la promesa divina puso su morada en el mundo en un sentido especial en el día de Pentecostés. Desde entonces mora en cada creyente, y por su bautismo los une a todos en Cristo en un solo cuerpo. De allí que puede ser la fuente de todo poder, toda adoración y servicio aceptable delante de Dios.
Creemos que él nunca abandona ni al más débil de sus santos, sino que siempre está presente en la Iglesia para testificar de Cristo, mientras busca llenar a los creyentes de su presencia, y los invita a no confiar ni en ellos mismos ni en sus propias experiencias.
Creemos que su morada en este mundo, en este sentido especial, cesará cuando Cristo venga por los suyos al completarse la iglesia (Jn 14:16–17; 16:7–15; 1 Cor 6:19; Ef 2:22; 2 Tes 2:7).
Creemos que, en esta era, ciertos ministerios bien definidos están a cargo del Espíritu Santo, y que es deber de todo cristiano el entender y ajustarse a ellos en su propia vida y experiencia. Estos ministerios incluyen la restricción del mal en el mundo a la medida de la voluntad divina; convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; la regeneración de todos los creyentes; la morada y la unción de todos los que son salvos, sellándolos de esta manera hasta el día de la redención; el bautismo en un solo cuerpo de Cristo para todos los que son salvos; la continua llenura para otorgar poder, enseñanza, y servicio a aquellos entre los creyentes que se han rendido a él y que están sujetos a su voluntad (Jn 3:6; 16:7–11; Rom 8:9; 1 Cor 12:13; Ef 4:30; 5:18; 2 Tes 2:7; 1 Jn 2:20-27).
Creemos que algunos dones del Espíritu Santo, como hablar en lenguas y sanidades milagrosas fueron temporales. Creemos que el hablar en lenguas nunca fue la señal necesaria o general del bautismo ni de la llenura del Espíritu. Creemos que la total liberación del cuerpo de la enfermedad o la muerte aguarda a la consumación de nuestra salvación en la resurrección (Hch 4:8, 31; Rom 8:23; 1 Cor 13:8).
Artículo XIII: la iglesia, unidad de creyentes
Versión 2022
Creemos que todos los que están unidos al Hijo de Dios, resucitado y ascendido, son miembros de la iglesia la cual es el cuerpo y la novia de Cristo que comenzó en Pentecostés y es distinta de Israel. Los miembros de la iglesia son constituidos como tales independientemente de su membresía en las iglesias organizadas en la tierra. Creemos que todos los creyentes en esta era, sean judíos o gentiles, son bautizados por el mismo Espíritu y de esa manera llegan a ser el cuerpo de Cristo y, habiéndose convertido en miembros unos de otros, están bajo la solemne obligación de guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, superando todas las diferencias sectarias, y amándose los unos a otros fervientemente con un corazón puro. (Mt 16:16–18; Hch 2:42–47; Rom 12:5; 1 Cor 12:12–27; Ef 1:20–23; 4:3–10; Col 3:14–15)
Actualización con letras en rojo
Creemos que todos los que están unidos al Hijo de Dios, resucitado y ascendido, son miembros de la iglesia la cual es el cuerpo y la novia de Cristo que comenzó en Pentecostés y es completamente distinta de Israel. Los miembros de la iglesia son constituidos como tales independientemente de su membresía en las iglesias organizadas en la tierra. Creemos que todos los creyentes en esta era , sean judíos o gentiles, son bautizados por el mismo Espíritu y de esa manera llegan a ser el cuerpo de Cristo, sean Judíos o Gentiles; y, habiéndose convertido en miembros unos de otros, están bajo la solemne obligación de guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, superando todas las diferencias sectarias, y amándose los unos a otros fervientemente con un corazón puro. (Mt 16:16–18; Hch 2:42–47; Rom 12:5; 1 Cor 12:12–27; Ef 1:20–23; 4:3–10; Col 3:14–15).
Versión 1976
Creemos que todos los que están unidos al Hijo de Dios, resucitado y ascendido, son miembros de la iglesia la cual es el cuerpo y la novia de Cristo que comenzó en Pentecostés y es completamente distinta de Israel. Los miembros de la iglesia son constituidos como tales independientemente de su membresía en las iglesias organizadas en la tierra. Creemos que todos los creyentes en esta era son bautizados por el mismo Espíritu y de esa manera llegan a ser el cuerpo de Cristo, sean Judíos o Gentiles; y, habiéndose convertido en miembros unos de otros, están bajo la solemne obligación de guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, superando todas las diferencias sectarias, y amándose los unos a otros fervientemente con un corazón puro (Mt 16:16–18; Hch 2:42–47; Rom 12:5; 1 Cor 12:12–27; Ef 1:20–23; 4:3–10; Col 3:14–15).
Artículo XIV: los sacramentos u ordenanzas
Versión 2022
Creemos que el bautismo en agua y la cena del Señor son los sacramentos/ordenanzas de la Iglesia y que son medios que la Escritura le provee para dar testimonio en esta época. (Mt 28:19; Lc 22:19–20; Hch 10:47–48; 16:32–33; 18:7–8; 1 Cor 11:26)
Actualización con letras en rojo
Creemos que el bautismo en agua y la cena del Señor son los únicos sacramentos y/ordenanzas de la Iglesia y que son medios que la Escritura le provee para dar testimonio en esta épocaspan. (Mt 28:19; Lc 22:19–20; Hch 10:47–48; 16:32–33; 18:7–8; 1 Cor 11:26.
Versión 1976
Creemos que el bautismo en agua y la cena del Señor son los únicos sacramentos y ordenanzas de la Iglesia y que son medios que la Escritura le provee para dar testimonio en esta época (Mt 28:19; Lc 22:19–20; Hch 10:47–48; 16:32–33; 18:7–8; 1 Cor 11:26).
Artículo XV: el caminar cristiano
Versión 2022
Creemos que todos los creyentes han sido llamados con un llamamiento santo para caminar, no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu; y, así vivir en el poder del Espíritu que mora en nosotros, no cumpliendo los deseos de la carne. Pero la carne con su naturaleza adámica caída, nunca erradicada de nosotros si no hasta el final de nuestra peregrinación terrenal, necesita mantenerse, por el Espíritu, constantemente en sujeción a Cristo. De otra forma, manifestará su presencia seguramente en nuestras vidas para deshonra de nuestro Señor. (Rom 6:11–13; 8:2; Gál 5:16–23; Ef 4:22–24; Col 2:1–10; 1 Pe 1:14–16; 1 Jn 1:4–7; 3:5–9)
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Creemos que hemos todos los creyentes han sido llamados con un llamamiento santo para caminar, no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu; y, así vivir en el poder del Espíritu que mora en nosotros, no cumpliendo los deseos de la carne. Pero la carne con su naturaleza adámica caída, nunca erradicada de nosotros si no hasta el final de nuestra peregrinación terrenal, necesita mantenerse, por el Espíritu, constantemente en sujeción a Cristo. De otra forma, manifestará su presencia seguramente en nuestras vidas para deshonra de nuestro Señor. (Rom 6:11–13; 8:2, 4, 12–13; Gál 5:16–23; Ef 4:22–24; Col 2:1–10; 1 Pe 1:14–16; 1 Jn 1:4–7; 3:5–9).
Versión 1976
Creemos que hemos sido llamados con un llamamiento santo para caminar, no conforme a la carne, sino conforme al Espíritu; y, así vivir en el poder del Espíritu que mora en nosotros, no cumpliendo los deseos de la carne. Pero la carne con su naturaleza adámica caída, nunca erradicada de nosotros si no hasta el final de nuestra peregrinación terrenal, necesita mantenerse, por el Espíritu, constantemente en sujeción a Cristo. De otra forma, manifestará su presencia seguramente en nuestras vidas para deshonra de nuestro Señor (Rom 6:11–13; 8:2, 4, 12–13; Gál 5:16–23; Ef 4:22–24; Col 2:1–10; 1 Pe 1:14–16; 1 Jn 1:4–7; 3:5–9).
Artículo XVI: el servicio cristiano
Versión 2022
Creemos que los dones divinos para el servicio son otorgados por el Espíritu a todos los que son salvos. Si bien existe una diversidad de dones, cada creyente es capacitado y llamado individualmente por el mismo Espíritu. En la iglesia apostólica había ciertas personas con dones específicos—apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros—que fueron designados por Dios para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Creemos también que hoy en día algunas personas son especialmente llamadas por Dios para ser evangelistas, pastores y maestros; y, que es para el cumplimiento de su voluntad y para su gloria eterna, que deberán ser sostenidos y alentados en su servicio a Dios. (Rom 12:6; 1 Cor 12:4–11; Ef 4:11)
Creemos que, aparte de los beneficios de la salvación que son para todo creyente, hay recompensas prometidas a cada creyente por su fidelidad en su servicio al Señor. Serán otorgadas en el tribunal de Cristo después de que él venga a tomar a los suyos para que estén con él. (1 Cor 3:9–15; 9:18–27; 2 Cor 5:10)
Creemos que algunas manifestaciones milagrosas del Espíritu Santo fueron propias del periodo apostólico para la provisión de una nueva revelación y el establecimiento de la autoridad de los apóstoles y profetas. Tales destrezas, señales y milagros, los cuales se centraron en los apóstoles y profetas, cesaron cuando llegó el fin de estas responsabilidades y al llegar el fin de la revelación del Nuevo Testamento. Incluso en aquel tiempo, profetizar y hablar en lenguas como señales y formas de revelación nunca eran marcas comunes o necesarias para el bautismo o para ser lleno del Espíritu. Aunque Dios puede hacer milagros en cada época según su voluntad, la promesa final de la liberación del cuerpo de enfermedad o muerte aguarda a la consumación de nuestra salvación en la resurrección. (Hch 4:8, 31; Rom 8:18-25; 1 Cor 12:28, 30; 13:8; 14:22; 2 Cor 12:12; Ef 2:20; Heb 2:3-4; Apo 21:3-4)
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Creemos que los dones divinos para el servicio son otorgados por el Espíritu a todos los que son salvos. Si bien existe una diversidad de dones, cada creyente es capacitado y llamado individualmente por el mismo Espíritu. En la iglesia apostólica había ciertos hombres ciertas personas con dones específicos—apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros—que fueron designados por Dios para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Creemos también que hoy en día algunos hombres algunas personas son especialmente llamadosas por Dios para ser evangelistas, pastores y maestros; y, que es para el cumplimiento de su voluntad y para su gloria eterna, que éstos deberán ser sostenidos y alentados en su servicio a Dios. (Rom 12:6; 1 Cor 12:4–11; Ef 4:11).
Creemos que, aparte de los beneficios de la salvación que son para todo creyente, hay recompensas prometidas a cada creyente por su fidelidad en su servicio al su Señor. Serán otorgadas en el tribunal de Cristo después de que él venga a tomar a los suyos para que estén con él. (1 Cor 3:9–15; 9:18–27; 2 Cor 5:10).
[El siguiente párrafo se ha actualizado y movido del artículo XII]
Creemos que algunas manifestaciones milagrosas del Espíritu Santo fueron propias del periodo apostólico para la provisión de una nueva revelación y el establecimiento de la autoridad de los apóstoles y profetas. Tales destrezas, señales y milagros, los cuales se centraron en los apóstoles y profetas, cesaron cuando llegó el fin de estas responsabilidades y al llegar el fin de la revelación del Nuevo Testamento. Incluso en aquel tiempo, profetizar y hablar en lenguas como señales y formas de revelación nunca eran marcas comunes o necesarias para el bautismo o para ser lleno del Espíritu. Aunque Dios puede hacer milagros en cada época según su voluntad, la promesa final de la liberación del cuerpo de enfermedad o muerte aguarda a la consumación de nuestra salvación en la resurrección. (Hch 4:8, 31; Rom 8:18-25; 1 Cor 12:28, 30; 13:8; 14:22; 2 Cor 12:12; Ef 2:20; Heb 2:3-4; Apo 21:3-4)
Versión 1976
Creemos que los dones divinos para el servicio son otorgados por el Espíritu a todos los que son salvos. Si bien existe una diversidad de dones, cada creyente es capacitado y llamado individualmente por el mismo Espíritu. En la iglesia apostólica había ciertos hombres con dones específicos—apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros—que fueron designados por Dios para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Creemos también que hoy en día algunos hombres son especialmente llamados por Dios para ser evangelistas, pastores y maestros; y, que es para el cumplimiento de su voluntad y para su gloria eterna, que éstos deberán ser sostenidos y alentados en su servicio a Dios (Rom 12:6; 1 Cor 12:4–11; Ef 4:11).
Creemos que, aparte de los beneficios de la salvación que son para todo creyente, hay recompensas prometidas a cada creyente por su fidelidad en su servicio a su Señor. Serán otorgadas en el tribunal de Cristo después de que él venga a tomar a los suyos para que estén con él (1 Cor 3:9–15; 9:18–27; 2 Cor 5:10).
Artículo XVII: la gran comisión
Versión 2022
Creemos que el Señor Jesucristo ha hecho claro a aquellos que él ha salvado que él mismo los envía al mundo, de la misma forma en que el Padre lo envió a él.
Creemos que, después de la salvación, Dios considera a los cristianos como extranjeros y peregrinos en el mundo, como sus embajadores y testigos que tienen como objetivo principal en la vida dar a conocer a Cristo en toda la tierra. (Mt 28:18–19; Jn 17:18; Hch 1:8; 2 Cor 5:18–20; 1 Pe 1:17; 2:11)
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Creemos que el Señor Jesucristo ha hecho claro a aquellos que él ha salvado que él mismo los envía al mundo, de la misma forma en que el Padre lo envió a él.
Creemos que, después de salvarlos la salvación, Dios considera a los creyentes cristianos como extranjeros y peregrinos en el mundo, como sus embajadores y testigos que tienen como objetivo principal en la vida dar a conocer a Cristo en toda la tierra. (Mt 28:18–19; Mc 16:15; Jn 17:18; Hch 1:8; 2 Cor 5:18–20; 1 Pe 1:17; 2:11).
Versión 1976
Creemos que el Señor Jesucristo ha hecho claro a aquellos que él ha salvado que él mismo los envía al mundo, de la misma forma en que el Padre lo envió a él.
Creemos que, después de salvarlos, Dios considera a los creyentes como extranjeros y peregrinos en el mundo, como sus embajadores y testigos que tienen como objetivo principal en la vida dar a conocer a Cristo en toda la tierra (Mt 28:18–19; Mc 16:15; Jn 17:18; Hch 1:8; 2 Cor 5:18–20; 1 Pe 1:17; 2:11).
Artículo XVIII: la esperanza bienaventurada
Versión 2022
Creemos que, de acuerdo con la Palabra de Dios, el próximo gran evento del cumplimiento profético será la venida del Señor para recoger en el aire a los suyos y ser recibido por aquellos de ellos que estén vivos y permanezcan hasta su venida. Así mismo, creemos que él recogerá también a todos aquellos que hayan dormido en Jesús. La Escritura describe este acontecimiento como la bendita esperanza por la que todo creyente debe estar a la expectativa. (Jn 14:1–3; 1 Cor 15:51–52; Fil 3:20; 1 Tes 4:13–18; Tito 2:11–14)
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Creemos que, de acuerdo con la Palabra de Dios, el próximo gran evento del cumplimiento profético será la venida del Señor para recoger en el aire a los suyos y ser recibido por aquellos de ellos que estén vivos y permanezcan hasta su venida. Así mismo, creemos que él recogerá también a todos aquellos que hayan dormido en Jesús. La Escritura llama a describe este evento
acontecimiento como la bendita esperanza por la que todo creyente debe estar a la expectativa.(Jn 14:1–3; 1 Cor 15:51–52; Fil 3:20; 1 Tes 4:13–18; Tito 2:11–14).
Versión 1976
Creemos que, de acuerdo con la Palabra de Dios, el próximo gran evento del cumplimiento profético será la venida del Señor para recoger en el aire a los suyos y ser recibido por aquellos de ellos que estén vivos y permanezcan hasta su venida. Así mismo, creemos que él recogerá también a todos aquellos que hayan dormido en Jesús. La Escritura llama a este evento la bendita esperanza por la que todo creyente debe estar a la expectativa (Jn 14:1–3; 1 Cor 15:51–52; Fil 3:20; 1 Tes 4:13–18; Tito 2:11–14).
Artículo XIX: la tribulación
Versión 2022
Creemos que el arrebatamiento de la iglesia antecede al cumplimiento de la semana setenta de Daniel durante la cual la iglesia, el cuerpo de Cristo, estará en el cielo. Todo el período de la semana setenta de Daniel será un tiempo de juicio sobre toda la tierra, al final del cual el llamado “tiempos de los Gentiles” terminará. La segunda mitad de este período será el tiempo de angustia para Jacob que nuestro Señor llamó la Gran Tribulación. Creemos que la presente edad terminará en una gran apostasía y que el mundo en el que vivimos se encamina a enfrentar el juicio divino. Solo después de la segunda venida de Cristo la justicia universal será alcanzada. (Jer 30:7; Dan 9:27; Mt 24:15-21; Ap 6:1-19:21)
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Creemos que el arrebatamiento de la iglesia antecede al cumplimiento de la semana setenta de Daniel (Dan 9:27; Ap 6:1–19:21) durante la cual la iglesia, el cuerpo de Cristo, estará en el cielo. Todo el período de la semana setenta de Daniel será un tiempo de juicio sobre toda la tierra, al final del cual el llamado “tiempos de los Gentiles” terminará. La segunda mitad de este período será el tiempo de angustia para Jacob (Jer 30:7), que nuestro Señor llamó la Gran Tribulación (Mt 24:15–21). Creemos que la presente edad terminará en una gran apostasía y que el mundo en el que vivimos se encamina a enfrentar el juicio divino. Solo después de la segunda venida de Cristo la justicia universal será alcanzada. (Jer 30:7; Dan 9:27; Mt 24:15-21; Ap 6:1-19:21)
Versión 1976
Creemos que el arrebatamiento de la iglesia antecede al cumplimiento de la semana setenta de Daniel (Dan 9:27; Ap 6:1–19:21) durante la cual la iglesia, el cuerpo de Cristo, estará en el cielo. Todo el período de la semana setenta de Daniel será un tiempo de juicio sobre toda la tierra, al final del cual el llamado “tiempos de los Gentiles” terminará. La segunda mitad de este período será el tiempo de angustia para Jacob (Jer 30:7) que nuestro Señor llamó la Gran Tribulación (Mt 24:15–21). Creemos que la presente edad terminará en una gran apostasía y que el mundo en el que vivimos se encamina a enfrentar el juicio divino. Solo después de la segunda venida de Cristo la justicia universal será alcanzada.
Artículo XX: la segunda venida de Cristo
Versión 2022
Creemos que el período de la Gran Tribulación culminará con el regreso del Señor Jesucristo a la tierra. De la misma forma en que ascendió, corporalmente en las nubes del cielo, así regresará. Y ahora con poder y gran gloria. Entonces iniciará la edad del Milenio donde el Señor atará a Satanás y lo echará al abismo; quitará la maldición que sufre toda la Creación; restaurará a Israel a su propia tierra y le hará realidad las promesas del pacto de Dios. El mismo traerá el mundo entero al conocimiento de Dios. (Dt 30:1–10; Is 11:9; Ez 37:21–28; Mt 24:15–25:46; Hch 15:16–17; Rom 8:19–23; 11:25–27; 1 Tim 4:1–3; 2 Tim 3:1–5; Ap 20:1–3)
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Creemos que el período de la Gran Tribulación culminará con el regreso del Señor Jesucristo a la tierra. De la misma forma en que ascendió, corporalmente en las nubes del cielo, así regresará. Y ahora con poder y gran gloria. Entonces iniciará la edad del Milenio donde el Señor atará a Satanás y lo echará al abismo; quitará la maldición que sufre toda la Creación; restaurará a Israel a su propia tierra y le hará realidad las promesas del pacto de Dios. El mismo traerá el mundo entero al conocimiento de Dios. (Dt 30:1–10; Is 11:9; Ez 37:21–28; Mt 24:15–25:46; Hch 15:16–17; Rom 8:19–23; 11:25–27; 1 Tim 4:1–3; 2 Tim 3:1–5; Ap 20:1–3.
Versión 1976
Creemos que el período de la Gran Tribulación culminará con el regreso del Señor Jesucristo a la tierra. De la misma forma en que ascendió, corporalmente en las nubes del cielo, así regresará. Y ahora con poder y gran gloria. Entonces iniciará la edad del Milenio donde el Señor atará a Satanás y lo echará al abismo; quitará la maldición que sufre toda la Creación; restaurará a Israel a su propia tierra y le hará realidad las promesas del pacto de Dios. El mismo traerá el mundo entero al conocimiento de Dios (Dt 30:1–10; Is 11:9; Ez 37:21–28; Mt 24:15–25:46; Hch 15:16–17; Rom 8:19–23; 11:25–27; 1 Tim 4:1–3; 2 Tim 3:1–5; Ap 20:1–3).
Artículo XXI: el estado eterno
Versión 2022
Creemos que, cuando los creyentes mueren, sus espíritus y almas pasan inmediatamente a la presencia de Jesús. Así permanecen en estado de dicha consciente hasta que Cristo venga por los suyos y los resucite dándoles almas y cuerpos glorificados para que estén con él para siempre. Pero, después de morir, los espíritus y las almas de los incrédulos permanecen conscientes en un estado de condenación y miseria hasta el juicio final del Gran Trono Blanco al final del Milenio. Entonces sus almas y cuerpos serán reunidos y lanzados al lago de fuego, no para ser aniquilados, sino para ser castigados con eterna destrucción, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (Lc 16:19–26; 23:42-43; 2 Cor 5:8; Fil 1:23; 2 Tes 1:7–9; Jud 6–7; Ap 20:11–15)
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Creemos que, cuando los creyentes mueren, sus espíritus y almas pasan inmediatamente a la presencia de Jesús. Así permanecen en estado de dicha consciente hasta que Cristo venga por los suyos y los resucite dándoles almas y cuerpos glorificados para que estén con él para siempre. Pero, después de morir, los espíritus y las almas de los incrédulos permanecen consciente , después de la muerte, en un estado de condenación y miseria hasta el juicio final del Gran Trono Blanco al final del Milenio. Entonces sus almas y cuerpos serán reunidos y lanzados al lago de fuego, no para ser aniquilados, sino para ser castigados con eterna destrucción, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (Lc 16:19–26; 23:42–43; 2 Cor 5:8; Fil 1:23; 2 Tes 1:7–9; Jud 6–7; Ap 20:11–15).
Versión 1976
Creemos que, cuando los creyentes mueren, sus espíritus y almas pasan inmediatamente a la presencia de Jesús. Así permanecen en estado de dicha consciente hasta que Cristo venga por los suyos y los resucite dándoles almas y cuerpos glorificados para que estén con él para siempre. Pero, los espíritus y las almas de los incrédulos permanecen conscientes, después de la muerte, en un estado de condenación y miseria hasta el juicio final del Gran Trono Blanco al final del Milenio. Entonces sus almas y cuerpos serán reunidos y lanzados al lago de fuego, no para ser aniquilados, sino para ser castigados con eterna destrucción, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder (Lc 16:19–26; 23:42; 2 Cor 5:8; Fil 1:23; 2 Tes 1:7–9; Jud 6–7; Ap 20:11–15).
Preguntas frecuentes
¿Por qué ha reforzado DTS la declaración doctrinal?
DTS ha reforzado la declaración doctrinal para que las posiciones doctrinales del seminario queden claras para las generaciones futuras.
¿Han cambiado las características doctrinales de DTS?
No. DTS no ha cambiado sus convicciones doctrinales. La revisión realizada aporta mayor claridad a las creencias de DTS actualizando el lenguaje usado y aumentando la atención a temas esenciales de nuestra sociedad contemporánea. El proceso para reforzar la declaración doctrinal tuvo el apoyo de tres presidentes de la junta directiva (dos presidentes anteriores y el director actual), el anterior presidente del seminario y el presidente actual.
¿Qué partes de la declaración doctrinal han sido actualizadas?
La junta directiva pidió al comité de revisión de la declaración doctrinal que se centrara en cinco áreas: la completitud doctrinal, la sexualidad humana, la terminología teológica y el formato. Los cambios de estas áreas se pueden encontrar en el documento.
¿Quién tiene que afirmar la declaración doctrinal de DTS?
La junta directiva y el profesorado debe afirmar la declaración doctrinal por completo cada año. Los estudiantes y los empleados deben afirmar las doctrinas esenciales de la fe cristiana. Aprenda más.
¿Cuál fue el proceso para reforzar la declaración doctrinal?
El artículo XIV de los artículos de incorporación de DTS (AOI por sus siglas en inglés) indica el periodo de tiempo que debe pasar en la revisión de la declaración doctrinal.
“Se permite la edición de la declaración doctrinal del Seminario Teológico de Dallas tal y como se encuentra en estos artículos de incorporación solo con el voto de tres cuartas partes de los miembros de la junta directiva que voten en persona o por una persona autorizada, después de haber presentado la edición propuesta en la reunión anual en octubre, se debe tratar de nuevo en la siguiente reunión anual y votarse en la siguiente reunión anual, con una duración total de dos años”.
De acuerdo con los artículos de incorporación y bajo la autoridad de los miembros de la junta directiva, el consejo de regentes encargó al comité de revisión de la declaración doctrinal (compuesta por el profesorado, la administración y los miembros del consejo de regentes) que hiciera una revisión en octubre de 2018. El comité de revisión propuso los cambios iniciales en octubre de 2019 y la junta directiva y el consejo de regentes modificaron las revisiones en otoño del 2021. La junta aprobó de forma unánime la versión final de la declaración doctrinal de DTS en mayo de 2022. El proceso oficial completo duró aproximadamente tres años y medio.
¿Quién participó en el proceso de actualización de la declaración doctrinal?
La junta directiva guio el proceso y aprobó de forma unánime la versión final de la declaración doctrinal de DTS en mayo del año 2022. Sin embargo, otros contribuyeron de forma clave. El proceso comenzó bajo el liderazgo del anterior presidente y el actual presidente del seminario, quienes recibieron el apoyo de tres presidentes de la junta directiva (dos presidentes anteriores y el presidente actual). Después de la transición presidencial de DTS, el presidente actual ayudó en el avance de este proceso. En este proceso, miembros del profesorado, administradores y correctores contribuyeron con su agudeza bíblica teológica y de escritura.
¿Por qué no se hizo una mayor actualización de la declaración doctrinal?
La junta directiva quiso actualizar la declaración doctrinal lo menos posible. Así que, aunque la revisión fue extensa (las personas involucradas examinaron la declaración en profundidad), la junta directiva se limitó a tratar aspectos de la declaración que necesitaban mayor claridad y precisión. Estas áreas fueron: la sexualidad humana, la terminología teológica, pasajes de apoyo y la completitud doctrinal.
¿Cuándo se volverá a actualizar la declaración doctrinal?
Los artículos de incorporación y los reglamentos de DTS no indican la frecuencia con la que la junta directiva debe revisar la declaración doctrinal. Por lo tanto, no hay una fecha establecida para volver a hacer una revisión.